Nunca pense que depués de ella hubiera vida. No lo esperaba, mis expectativas estaban totalmente sumisas a la desesperación y ciega no veía más que el propio grito de mi ego. La percepción de mi misma se encontraba hundida en ella, en sus recuerdos, en sus promesas... No existía nada más. Me elevaba al cielo en un efímero segundo y en un chasquido de realidad caía con todas mis expectativas de que tal vez "ese" sería el momento de nuestra fusión definitiva y sustancial. Y para sorpresa mía y predicción de todos una vez más no era más que un delirio, fruto de mi ignorante desesperanza. Construí un enorme muro, fuerte, rígido, con huecos a los lados. Cada vez se hacía más alto. Me sentía pequeña, el cielo cada vez se veía mas lejos, hasta que mis cansados ojos solo percibían una frágil tilde de luminiscencia. Entonces algo dentro de mí, llámalo Dios, llámalo destino, fuerza superior... me susurró que mirara por uno de esos huecos. Me dejé caer por uno. Aturdida, destrozada, rota, agotada, fatigada, exhausta, derrotada, exánime,consumida. Descendí hasta que tus fornidos brazos me acogieron, me acariciaron. Justo como necesitaba. Me acosté un rato, durante un tiempo indefinido. Y al despertar seguías ahí, mírandome con esos ojos que consiguen agitar mi yo en este y en todos los mundos, ví que si hay vida, siempre la hay. No existen barreras, no existen muros, solo un miedo atroz a reconocer que el amor de verdad es aquel que alimenta al alma y no la somete al inexorable abismo de la destrucción.
vingt à huit
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