He abierto los ojos y he visto a mi enemigo. El oscuro, el
que me hace echar a correr y abandonar con lo puesto. Me he despertado y he
visto un espejo, llevaba ahí bastante tiempo pero nunca había podido mirarlo
así, detenidamente. Respiraba al mismo compás que el mío, tenía los mismos
gestos, el miedo podía verse en sus ojos, yo le daba la espalda y él a mí
también. Éramos dos imágenes representando una única persona. Dos mitades, dos
ideales. Parecían odiarse mutuamente. Cada parte defendía una postura, el
corazón y la cabeza. La locura y la lucidez, el arte y la ciencia.
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