jueves, 3 de julio de 2014

Pobres ciegos



¿Dónde se encuentra la barrera entre el umbral del dolor y el placer? ¿Dónde se encuentra la puerta que separa la locura y la lucidez? ¿Y el puente que separa lo racional de lo emocional? ¿Por qué amor y odio tienen que ir separados? ¿Quién decidió que el bien y el mal eran polos opuestos? Y aún así el horror me pilló por sorpresa, vino corriendo hacia mi como si tuviera prisa por explicarmeLO, por contarme ese secreto que nadie sabe. Que la violencia está ahí igual que la pasión, y que poco se distinguen si al fin y al cabo se tratan de emociones, quién soy yo para afirmar que esas dos “partes” a veces pueden verse unidas en dos personas que comparten diversión y tensión. Y quién soy yo para gritar y afirmar que la vida sería más sencilla si las personas regalaran placer. Ese finísimo hilo que une (o separa) amor y odio se deshilacha cada dos por tres para personas racionales que no ven más allá de la facilidad de una aburrida existencia. Puede que fuera Nietzsche o mis propias reacciones las que han confinado mis frágiles teorías pero he roto mi muro, ese muro que separaba la vida en dos “partes”; el blanco y el negro. Instintivamente tendía a realizar una clasificación natural – o más bien un absurdo y vergonzoso juicio – de las acciones mundanas y para mi sorpresa, muchas de esas acciones quedaban fuera de esa tajante separación. Puede que estudiar derecho me esté haciendo plantearme posturas diferentes y discernir entra el “bien y el mal” o incluso entre la “realidad y la ficción”. Entre todos esos “extremos” que al fin y al cabo no están tan separados. Perdonadme si hiero sensibilidades al desmentiros vuestros tradicionales valores y moralidades. Y ojalá sea así, ojalá esto lo lea alguien y se sienta identificado – o más bien que le ayude a lanzarse de cabeza – para empezar a crear un universo realmente original, de opiniones, verdades (siento descubriros que no hay solo una), posturas y críticas. Porque al menos una persona menos de entre todos vosotros ha tenido la suficiente fuerza para romperlo, el muro; pues estaba cansada de quedarme siempre en medio, ahora solo me dedico a balancearme de un lado a otro, saboreando experiencias, y a veces sin tan siquiera plantearme si está bien o está mal. Puede que esté cansada de esta mierda de educación: decían no robarás y ahora cuesta encontrar alguien que no lo haga, aclamaban a los cielos si alguien mentía y ahora no queda un ser puro en toda la tierra, que no matarás y en cambio parece que ese imperativo ha comenzado a desdibujarse por debajo de las guerras, que está mal utilizar a las personas y míralos a todos complacientes en el poder, aprovechándose de que su pueblo comienza a emerger. No a la codicia, a la envidia, soberbia y mi cabeza no hace más que dar vueltas porque la codicia no hace más que crecer, la envidia emerge y la soberbia se expande. Entonces, claro, todos sabemos echarle la culpa al prójimo y girar la cara y muy pocos se atreven a reconocer que al menos, una vez han robado, han mentido, han matado (aun que sea metafóricamente), han utilizado a alguien cubriéndose detrás de “ el fin justifica los medios”, han codiciado y envidiado a otro. De pequeña todo era mucho más fácil: blanco o negro, bien o mal, placer o dolor, ahora en cambio ese bendito muro ha caído. Ahora parece que el blanqueo de dinero no es un hurto – como si no fuera una forma de apoderamiento – que las mentiras son necesarias porque la verdad parece demasiado dura, como si la trasparencia fuera un esfuerzo físico. No es desvelaré nada acerca del amor, solo quiero recordaros (ya que parece que ha sido olvidado) que no es simple atracción y que muchos deberíais vendaros los ojos y VER que sentís porque el deseo de poder, la avaricia y el odio os han inundado la mirada y parece que esos ojos, que GRITAN ayuda no os dicen nada. Pobres ciegos.

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