No hay alma de regazo, ni aprecio de oferta, ni olvido infinités y mal, una vida vivida y la otra bebiéndotela, dos caras y ninguna moneda, lo que el aire te da tú sólo lo intoxicas, así fue el juego de tirarnos piedras, que terminamos construyendo muros, y distrayéndonos con sus grietas. A veces, cuando ya no sé que más destrozar, me vuelvo tan injusto que vuelvo a cogerte de la mano y te susurro: vete a la mierda. A lo mejor allí, al fin, nos encontramos.
E.A
No hay comentarios:
Publicar un comentario