Se me había acabado la compasión, la amabilidad a los racionales. Había agotado la esperanza muchísimo antes de perderlo todo. Y esto es algo que el terror me había dado a conocer. El miedo, el miedo irracional a todo. El miedo a los cruces y avenidas. El miedo a la música demasiado alta, el miedo a las alturas demasiado bajas, el miedo a comer, el miedo a dormir, el miedo a no volver a soñar nunca, el miedo a seguir soñando. El miedo a escuchar mi nombre y ver girarse a otra que vestía como yo, que fingía como yo, que tenía el mismo miedo que yo; otra que se llamaba como yo y que, además acudía a la llamada.
- No tener miedo a la muerte es exactamente lo mismo que tenerlo a absolutamente todo -
"Igual que aquel día que me llamé cobarde por no temer al lanzador de cuchillos mientras rezaba para que no me dejase sola con ellos"
- Que te murieses como los que eligen vivir siempre rodeados: solo. Que de mí a partir de ahora sólo era digna de morir yo -
De haber despertado sin vida esta mañana seguro que todos se habrían dado cuenta menos yo
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