Por fin he conseguido decirte que no se trata de funcionar o no.
Que soy humana de tiempos. Y de mil métodos.
Que tengo una enciclopedia donde escribí todo porque mi vida era uno contra mí.
El caso es que me he visto forzada a superar demasiadas cosas. Una detrás de otra.
De hecho hubo un tiempo en el que creí que el método (el definitivo) era atraer una nueva desgracia que paliase la anterior. Y así las fui acumulando.
El mundo te va a forzar siempre a recomponerte casi al instante de cualquier cosa.
Así que te invitarán, violentamente, a realizar una serie de actos que por ti mismo jamás hubieses realizado.
Normalmente dichos actos traerán un mensaje positivo que, por lo general, te invitarán a disfrutar de la vida que no quieres.
No obstante, puede ser que, mientras desarrolles dicha acción por un momento te lo creas.
Ten cuidado, en ciertos casos son incluso capaces de hacerte creer que eres feliz con algo que no has decidido tú.
A continuación suele llegar uno de los peores días de lo que consideras tu vida (cedida al razonamiento de un imbécil): el día en que te das cuenta de que todas las acciones emprendidas han corrido a cuenta de no pensar en aquellas que, realizadas anteriormente, te destrozaron.
Suele ser en ese momento cuando también descubres que llevas muchísimo tiempo trabajando en ocultar algo, es decir: en darle más importancia que a cualquier otra cosa.
En definitiva, lo que te intento explicar es que los otros tenderán siempre a llamar roto a lo que funciona diferente, por su incapacidad para encontrar la forma de usarlo.
Nunca voy a quererte tal y como eres con los demás.
¿Por qué no juegas conmigo tú que sabes?
IX.
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